Nenúfares

Nenúfares
Nenúfares por William Jabez Muckley

lunes, 29 de diciembre de 2014

A los pies del Poder

¡Un caluroso saludo a todos en estos días de fiesta! Espero que todos hayan disfrutado una Nochebuena y una Navidad hermosas, llenas de cariño y amor junto a sus seres queridos. Les deseo anticipadamente un próspero año nuevo.

Antes de empezar a desarrollar esta nueva entrada, la cual surge cual cometa perdido, quiero disculparme con todos por haber abandonado mi blog durante tanto tiempo (casi seis meses). Podrá no parecer la mejor excusa, mas confieso que la universidad me tuvo muy, muy pero muuuy ocupada a lo largo del segundo semestre del año, y no hace más de dos semana que salí a vacaciones. Realmente no me pude dedicar a la poesía durante ese tiempo, situación que me entristeció bastante, pues a pesar de que la ciencia enriquece la mente, no es nada si no existe el arte en los albores del alma.

Esta vez, quiero compartirles un poema en el cual quise retratar el juego de poderes que se desarrolla en una relación, poderes que sofocan y que sin embargo deleitan, haciéndonos abandonar todo para demostrar absoluta devoción. Aclaro que este poema salió netamente de mi imaginario y no de alguna experiencia pasada. No obstante, una vez realizado, no pude evitar notar una pizca de influencia histórica, tal vez religiosa o hasta literaria. Por esa razón escogí la pintura "Samsón y Delilah" de José Echenagusía para acompañar mi poema. La obra me encanta y me parece sensato compartirla con todo aquel que no la conozca. 

Sansón fue uno de los últimos jueces de Israel. Dicho hombre nació en tiempos en los que los israelitas se encontraban oprimidos por los filisteos, ya que Yavéh, contrariado, los había entregado por su idolatría. Su destino, tal como un ángel había profetizado al momento de su nacimiento, era convertirse en el liberador de los israelíes gracias a la divina fuerza que poseía. 
A lo largo de su vida, Sansón asesinó con su fuerza brutal a miles de filisteos y tuvo consigo a numerosas mujeres, entre ella Delilah o Dalila. Ella era una mujer filistea, muy amada por Sansón. Pese a esto, se dejó sobornar por sus compatriotas, quienes le prometieron monedas de plata a cambio del secreto que guardaba el juez para conservar su increíble fuerza. Tras muchos intentos, él le devela que sus dones desaparecerían si su cabello fuese cortado. Delilah comunica dicha información a los filisteos y un sirviente corta las trenzas de Sansón. Inmediatamente es capturado por lo filisteos, quienes le sacan los ojos y lo llevan a Gaza como esclavo. Con el paso del tiempo, a Sansón le vuelve a crecer su cabellera y pidiendole ayuda a Yavéh para recuperar su don, ocasiona el derrumbamiento de un templo filisteo, matando más enemigos en este simple acto que en toda su existiencia. El héroe también muere bajo el peso de las columnas.

Claramente, Sansón fue hombre poderoso y aún así, en un momento de su vida disputó su potestad con una de sus amadas. Echenagusía trasmite eso, mostrándonos ese hombre cuya sola presencia exhuma poderío, y que sin embargo está rendido ante Delilah, quien parece escuchar atentamente los secretos que llevaran al juez a la perdición. La obra triunfa en todos los aspectos, en el manejo del color y las luces, en la encarnación de la intimidad y la sensualidad. Bajo los dos, está el cadáver del león que Sansón derrotó con sus dos manos cuando se dirigía a pedir la mano de su primera esposa.

Potestades
Samsón y Delilah de José Echenagusía

A veces no puedo oírle.
Su fragancia devasta mi más cara entereza,
es como un sismo que quiebra las entrañas terrestres
o como el vino rojo que repta y rasguña en las venas.

La brisa impaciente abate mis flancos,
trayendo consigo un olor imperioso de cálido incienso,
de mágica mirra, de endulzados alientos;
inspirando temores de un pasado sellado.

Y él está ahí, erguido en su trono bajo el resplandor del sol bermejo,
y mi sangre late acompasada como un himno dorado de místicas rimas.
Es el rey de las dunas, de los astros en fuego,
un león hecho hombre, un semidios hecho verso.

Por eso trato de hallar la manera de anclarme a sus costas,
de esculpir tal diamante, demasiado renuente;
desamparada en la tempestad de su presencia y su aurora,
me sepulta el recuerdo de las noches perennes.

Pero él tiene la seguridad de la bestia sobre la presa dolida,
el oro, el festín, la magia, la historia,
un tiovivo de amores, de triunfos altísimos,
una verdad encarnada y la hermosísima moira.

Y yo, una gema plateada de su tesoro magnánimo,
un querubín desalado de su cámara oscura,
busco el destello invaluable de sus ojos alados,
para leer en su alma, en esa hondura profunda.

Así tal vez, bajo su piel de bronce bruñido,
bajo su cráneo de cazador innato y de excelso guerrero,
bajo sus sedas y túnicas de fantásticos hilos
y bajo sus cincelados labios de canto certero;
encuentre la clave, la llave edénica,
para entrar en mi rey, dominar sus dominios,
liderar sus plegarias y oraciones nocturnas

y ser la corona en su frente y su trono esculpido.
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Lorena Figueroa Buitrago



Cierro esta entrada compartiendo el tema "No Rest For The Wicked" (que traduce no hay descanso para los débiles) de la cantautora  sueca Lykke Li. Abrazos.